miércoles, 7 de septiembre de 2005

No necesariamente, 3 son multitud.




Leyendo la columna de hoy de campos eliseos de Katia D´Artigues en el periódico el Universal, me vino a la mente el análisis pendiente que tenemos las mujeres (si existe lo desconozco), sobre el papel que recientemente hemos jugado en la política mexicana. Rectifico y subrayo, él papel que algunas mujeres han jugado en la política mexicana y de que manera este desempeño en tareas publicas ha beneficiado u obstaculizado la concepción del ser mujer en nuestra sociedad; porque claro esta, que la presencia que ciertas féminas tienen en el ámbito político, no representa de manera fehaciente el actuar de la totalidad de las mujeres en México.

Siempre he creído, que no basta ser mujer para tener perspectiva de género, no basta ser mujer para defender inherentemente la causa de las mujeres, no basta ser mujer para enarbolar la bandera de la justicia y la equidad de género, y cada vez más refuerzo esa idea al contemplar el acontecer político nacional.

Para muestra 3 botones en el mal confeccionado traje de la política mexicana; Elba Esther Gordillo (PRI), ha masculinizado su papel en la política, mimetizándose al proceder reprobable de sus compañeros de partido, sin ninguna aportación sustancial en el terreno del género; Rosario Robles (PRD), con reconocida trayectoria en el activismo en pro de los derechos de género, pero que recientemente, ha desvirtuado su imagen por estar involucrada en hechos de corrupción partidista que aún a la fecha no están completamente esclarecidos en la opinión pública; y por último Martha Sahagún (PAN), quien de manera oportunista, se ha aprovechado de ser la esposa de el Presidente y de los beneficios que esto significa para posicionar su proyecto personal, banalizando y frivolizando su función.

Hace tiempo la prioridad de las organizaciones femeninas radicaba, en la participación política, “debemos integrarnos, contender, y manifestarnos en la política mexicana”, se decía, hoy tenemos que hacer un alto en el camino, no basta solo con participar también hay que hacerlo con calidad y propositivamente. No como ahora que algunas mujeres han deformado esta premisa, desorientando y mandando un mensaje erróneo de lo que concebimos como participación real en la política, participación que debería reflejar beneficios palpables en la creación de leyes y de políticas públicas adecuadas para favorecer de manera directa a las mujeres, objetivos que tendrían que ser el espíritu de nuestra contribución a la vida política.

Como señalaba anteriormente, desconozco si existe una reflexión profunda sobre este tema, si no es así sería urgente y de gran utilidad realizarla, más aún cuando se acerca en nuestro país un proceso electoral, que debería replantear nuestra participación como género.