jueves, 27 de abril de 2006

El Abuelo Gabriel.

La muerte sin duda, es un fin y un principio, la vida termina, se acaban los pesares, se inician las añoranzas, la lluvia de recuerdos no cesa jamás.

Cuando conocí al abuelo de Alejandra y Rebeca fue en el verano del `91, tenía como 17 años y nos preparábamos para iniciar unas vacaciones por el sur del país, pasando por Michoacán, Guadalajara, Colima y el D.F. El Abuelo Gabriel, quien sería nuestro acompañante y guía turístico me parecía un señor fuerte, enérgico y hasta gruñón, que desaprobaba en todo momento nuestras risas interminables por cualquier tontería y nuestras pláticas simples, insustanciales de pubertas alborotadas; y es que a esa edad nosotras tres éramos, seguramente insoportables.

Ese viaje lo tengo en mi mente como la más preciada experiencia de mi adolescencia. Conocí el sur del país con amigas entrañables y en la compañía de un Artista, un Artesano, defensor implacable del arte mexicano y en especial del “Arte Plumario de los Amantecas”, del cual era su principal exponente.

Escuche hasta ese entonces, en la voz de El Abuelo Gabriel (y lo asimile años después) los argumentos sobre el valor incalculable de la cultura mexicana a través de su artesanía, fue mi primer afortunado acercamiento en ese terreno.

También descubrí con otro interés, que por esos días la “Guerra del Golfo”( tema realmente intrascendente para mi a esa edad) era un suceso realmente inquietante y preocupante del que cualquiera debería reflexionar.

Pero definitivamente lo que en aquel tiempo, era totalmente irrazonable e inaceptable para mi, era que no nos permitiera bajo ningún motivo, ver Televisa. Que razón tenia, cuando nos decía que ver telenovelas era dañino para nuestra formación, y principalmente las novelas de Cristian Bach a quien El Abuelo Gabriel no so-por-ta-ba.

Recuerdo también que al llegar al D.F. el primer lugar al que acudimos, fue al cementerio fuimos a visitar a su esposa; hoy ese recuerdo lo tengo tan claro en mi mente, se dirigía con tanto cariño hacia ella, que quede maravillada del amor que un hombre podía sentir hacia una mujer.

Hoy 27 de abril me enteré que El Abuelo Gabriel se había ido, estaba cansado y enfermo, los años había hecho estragos en su cuerpo y era necesario abandonarlo, pero no el alma y el espíritu que siguen aquí, con su familia y con la gente que como yo a través de lo vivído, lo recordamos con gran cariño y admiración.

Un afectuoso y solidario abrazo a la Familia Olay, de la “Panchely”, a la cual así bautizó El Abuelo Gabriel.

lunes, 10 de abril de 2006

EU: Marchan miles de inmigrantes

"QUÉ MAS SE LE PUEDE DAR A LA PATRIA, QUE LA SANGRE DE LOS HIJOS"